sábado, 21 de noviembre de 2009







Un paseo por Waterloo (II): El campo de batalla y la casa de Wellington





Bueno, nos habíamos quedado en Le Caillou, la última morada de Napoleón en la víspera de la batalla. Después de esta obligada visita, deberemos retomar de nuevo la carretera en dirección a Bruselas. Este es exactamente el camino que realizo el Emperador para llegar al que sería su puesto de mando situado en La Belle Alliance. Mi consejo, es que debéis comenzar visitando el centro de información situado en la ladera del monte Saint Jean. La verdad, es que si os esperáis encontrar una montaña tipo Tibidabo, la sorpresa será mayúscula. Bélgica es un país muy plano, y allí a cualquier elevación de terreno, le llaman "montaña".



En el centro de información encontraréis una gran tienda con todo tipo de merchandaising relacionado, tanto con la batalla en sí, como con la época napoleónica. Desde este lugar se puede acceder a tres de las atracciones turísticas incluidas en el bono. Por una parte, el visionado de un documental de aproximadamente 20 minutos de duración, que versa sobre la campaña de los cien días, y por otro, la visita al famoso Butte du Lion. Este último es una especie de colina prefabricada, en la que en su cima se encuentra la imponente estatua de bronce de un león, el cual conmemora el lugar exacto donde el Príncipe de Orange (heredero de la corona holandesa, al mando del ala derecha del ejercito anglo-aliado) fue herido durante el transcurso de la batalla. Un dato curioso acerca de este monumento, es que fue forjado con los cañones franceses capturados. Para acceder a la cúspide deberéis subir una empinada hilera de escalones. Un cartel nos advierte que si nuestra condición física no es la adecuada, nos abstengamos de realizar la subida.




Una vez arriba se tiene una vista panorámica de todo el campo de batalla, y lo bueno del caso, es que al encontrarse igual que hace 200 años, uno puede comprender mejor cómo fueron las maniobras que se realizaron el 18 de junio de 1815.




De vuelta a pie de suelo, y si tenéis suerte, podréis disfrutar de alguna recreación histórica a cargo de una de las muchas asociaciones napoleónicas de la región. El día que estuvimos nosotros asistimos a la demostración de un grupo artillero. Sólo había un cañón y el estruendo fue enorme. ¿Os podéis imaginar más de doscientas piezas disparando al unísono?


Sin salir del recinto, se encuentra una de las atracciones más curiosas del lugar, estoy hablando del famoso Panorama de la Bataille. Se trata de una pintura circular de más de 11o metros de longitud, realizada por el artista Louis Demoulin en 1912, que describe perfectamente lo que fue la carga de la caballería francesa a cargo del Mariscal Ney. La verdad es que gracias a un efectista juego de luces y acompañado con unos buenos efectos sonoros, consigue hacerte creer que estas en medio de un cuadro británico rodeado por coraceros, húsares, etc... A finales del siglo 19 y principios del 2o, eran muy habituales este tipo de representaciones. Cruzando la calle y justo en frente del centro de información se encuentra el museo de cera. En él hay expuestas algunas figuras vestidas con los diferentes uniformes que utilizaron ambos ejércitos. La visita es corta, ya que ocupa un espacio bastante reducido, pero desde mi punto de vista es muy interesante, ademas de estar incluido en el bono.


Después de dejar atrás el museo, es cuando comienza la auténtica visita a Waterloo. El visitante tiene dos opciones, o bien realizar un recorrido guiado en un "trenecito" o hacer el mismo pero "a pata", como hicimos nosotros. Por supuesto yo recomiendo la segunda, ya que la primera es muy breve, y no se visitan lugares importantes tales como Hougoumont, La Belle alliance, etc...
¡Y qué carajo!, tener la posibilidad de recorrer palmo a palmo un lugar como este libremente no tiene precio. ¡ Todos los días no se esta en Waterloo!
Comenzaremos siguiendo el sentido contrario de las agujas del reloj. En primer lugar atravesaremos unos campos de cultivo en los que los soldados británicos formaron sus famosos cuadros. Por doquier se pueden encontrar hitos informativos, que nos indican las posiciones de algunas unidades: baterías, regimientos y puestos de mando.


Después de caminar un par de kilómetros en dirección sur por una pista forestal, llegamos a una de las joyas de la corona. Ante nosotros como salido de una máquina del tiempo, el Chateaux D'Hougoumont nos hará creer que estamos a principios del siglo XIX. La construcción permanece exactamente igual que el día de la batalla, y cuando digo exactamente, no estoy exagerando. Si bien es una propiedad privada que no esta abierta al público, únicamente se puede visitar su perímetro.







Justo en la puerta de acceso al gran patio, hay una placa en memoria del regimiento Coldstream Guards que defendió la plaza. No os encontraréis muchos turistas, ya que la mayoría desconoce que este lugar tuvo una importancia capital. Lo único que ya no permanece es una arboleda de frutales, que sirvió a los tiradores franceses como cobijo antes del asaltar la posición.
Nos alejamos de la edificación siguiendo nuestros pasos, unos 1ooo metros después, giramos a la derecha en una encrucijada. Es posible que os encontréis al "trenecito", es lo más al sur que baja en su visita. Ahora os encontráis justamente en el medio del "fregao", dicho de otro modo, en tierra de nadie. El camino os conducira de nuevo a la carretera de Bruselas, que divide en dos el campo de batalla. Cambiar la tierra por el asfalto, y tendréis una visión igual, a la que tuvieron los franceses al subir por las faldas del Mont St.Jean. El terreno en ondulado, lo cual provocó gran ansiedad en las filas imperiales, ya que antes de alcanzar la cima, debieron de subir y bajar pequeñas crestas, desconociendo el dónde y el cuando los británicos realizarian su primera descarga de mosquetes. Además Wellington, ordeno que sus tropas se mantuvieran boca abajo, para evitar que la artillería francesa causara estragos en sus filas, lo cual aún creó más incertidumbre.



En el centro de la linea inglesa, se encuentra un vetusto edificio llamado La Haye Sainte. Aquí es donde casi durante todo el día, el 95 regimiento de rifles (incluido el comandante Richard Sharpe), luchó hasta el último cartucho, hecho que fue cierto, ya que se retiraron de esta posición una vez agotadas todas sus municiones. En este lugar la lucha fue feroz y cruel. El lugar pasó por diferentes manos a lo largo de la jornada. Ya os advierto, que tampoco se puede visitar, pero sí caminar por sus alrededores. Hay varias placas conmemorativas que explican lo acontecido, así como las unidades participantes.



Pegado a La Haye Sainte, se encuentra el monumento dedicado al general Picton, justo en el lugar en el cayó herido mortalmente. Picton estaba al mando de una de las divisiones situadas en el ala izquierda aliada, y solía ir vestido como un civil, generalmente usaba un sombrero de copa . En este lugar de Waterloo, uno dispone de la perspectiva que los británicos tuvieron, tanto del despliegue francés, como de sus posteriores movimientos.
Llegados a este punto del recorrido, mi consejo es coger el coche y antes de ir a visitar la casa-museo de Wellington, vayamos a La Belle Alliance, que se encuentra en la carretera de Bruselas a Charleroi. Antigua granja, este edifico sirvió de puesto de mando para Napoleón. Cuando nosotros fuimos no se podía entrar, desconozco si ahora se puede. La importancia del lugar radica, en que fue aquí donde Wellington y Blücher se encontraron al final de la jornada, dándose su famosa encajada de manos.




Retomamos la carretera en dirección al pueblo de Waterloo. En el centro de esta pequeña localidad encontraréis nuestro último objetivo, el Musée Wellington, un lugar lleno de fetiches. La visita dura una hora y media, así que planear bien la jornada, ya que cierra sus puertas a las 18h. En la planta inferior se puede ver todo tipo de armamento, desde mosquetes a los famosos cañones de doce libras, banderas, estandartes y uniformes, etc... así como mapas y litografías de la época.



En el piso superior, es dónde se encuentran las verdaderas joyas; la cama de Wellington, que cedió para que su amigo y camarada el general Gordon pasase sus últimas horas antes de fallecer a consecuencia de las heridas sufridas durante el combate, y la sala donde redacto su famoso informe sobre la batalla, que días después sería publicado en la prensa inglesa, cuyo encabezamiento "Waterloo 18 de Junio de 1815" dio nombre a uno de los más decisivos enfrentamientos militares de la historia. Todo el mobiliario permanece igual que hace dos siglos, para recrear mejor la atmósfera, una figura de cera, representa al Duque, escribiendo su artículo. Se me olvidaba decir, que la visita esta incluida en el bono.


Si disponéis de tiempo y el sol aún no ha desaparecido tras el horizonte, os podéis dar un paseo por el pequeño pueblo de Plancenoit. Es aquí donde algunos regimientos de la Guardia Imperial, contuvieron el avance prusiano hasta que superados en número se batieron en retirada, no sin antes retomarla en un par de ocasiones. Hoy en día, de la villa no queda gran cosa, es una especie de urbanización, pero vale la pena hacerse una foto con el nombre del lugar.


Pues hasta aquí, mi pequeña explicación, de lo que fue nuestra visita a este increíble lugar situado en el corazón de Bélgica. Espero que os sirva cuando en un futuro disfrutéis de la visita a Waterloo.









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