Vecinos
cercanos y distantes
Nueva
historia del espionaje soviético
Jonathan
Haslam
Ariel 2016
Esta vez os
traemos una reseña de un libro interesante pero duro de roer.
Jonathan Haslam dibuja un retrato muy preciso de los servicios de
inteligencia soviéticos, con una breve introducción a los tiempos
previos a la caída del zar y un resumen a modo de conclusión sobre
la situación de la inteligencia rusa en tiempos de Vladimir Putin.

Lo primero
que llama la atención al embarcarse en esta lectura es la
profundidad y concisión de las referencias que aparecen en la misma.
Todo lo que se afirma en el libro aparece referenciado con sumo
detalle, y abundan las descripciones de los personajes que
intervinieron en esta historia de un modo u otro, que a menudo
aparecen retratados de manera directa y poco dada a los eufemismos.
Haslam juzga a estas personas principalmente por su nivel de entrega
y competencia, y en pocas ocasiones pone de relieve la lealtad como
una cualidad destacable. En una de esas veces, el autor habla de un
espía ruso que, una vez detenido y ejecutado, “se mantuvo firme
hasta el final” en palabras de su torturador, pero momentos como
estos no abundan. El texto destila un ligero cinismo, rasgo que
muchos de estos espías también presentan, y que en ciertas
ocasiones les fue imprescindible para reconocer los defectos del
sistema de espionaje soviético y les empujó a desertar antes de que
este se volviera contra ellos, y no siempre por motivos fundados,
especialmente durante las purgas de Stalin.

Laberíntica no, LO SIGUIENTE.
Después de
navegar por las casi cuatrocientas páginas de este libro, uno cree
entender que las tres patas principales en las que se puede sustentar
una organización de espionaje son las escuchas, el espionaje humano
y la criptografía. Parece que, en gran parte por culpa de Stalin, la
codificación fue relegada a un segundo plano, dado que muchas de las
disciplinas científicas que podrían haberla impulsado, como la
cibernética, la lingüística o la estadística, no recibieron la
atención que requerían, en ocasiones por ser tildadas de
“desviaciones burguesas”, con funestas consecuencias para los
especialistas que las desarrollaban.

A pesar de
lo anterior, el autor se mantiene razonablemente imparcial, y no duda
en señalar los aciertos soviéticos cuando estos aparecen, y no en
pocas ocasiones. Los famosos “cinco de Cambridge” o el formidable
sistema Trotov para detectar a agentes de la CIA son sólo algunos de
ellos. La captación de espías y confidentes en puestos clave fue
siempre lo que reportó los mayores éxitos para el KGB y su homólogo
militar, la GRU.

El principal
defecto que presenta esa obra es su estilo. No es que sea demasiado
recargado, pero dada la materia que trata, enrevesada de por sí, una
mayor claridad de exposición hubiera podido impedir que el interés
del lector decaiga en determinados pasajes dada la dificultad de
seguir el hilo y determinar a quién sirve realmente cada cual.
Además, Haslam parece dar por sentado que el lector ya está al
tanto de muchos de los episodios que relata, y se sumerge sin dudar
en los temas más desconocidos por el público aficionado en estas
historias y sus complejas interacciones, mientras que los jugosos
episodios del caso Profumo, Aldrich Ames o Alexander Orlov son
tratados a vuelapluma al entender el autor que el lector los conoce
de sobra.



Para
terminar, estamos ante un libro que se puede hacer largo si el lector
no es un experto en el tema del espionaje, pero aún así, no faltan
pasajes interesantes que aportan nueva luz a una historia que, por
muy trillada que pueda estar por innumerables libros y películas,
sigue resultando fascinante para quien desee profundizar en sus
intrincados recovecos.
Johnny Palillo
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