viernes, 24 de marzo de 2017

Vecinos cercanos y distantes

Nueva historia del espionaje soviético

Jonathan Haslam
Ariel 2016

Esta vez os traemos una reseña de un libro interesante pero duro de roer. Jonathan Haslam dibuja un retrato muy preciso de los servicios de inteligencia soviéticos, con una breve introducción a los tiempos previos a la caída del zar y un resumen a modo de conclusión sobre la situación de la inteligencia rusa en tiempos de Vladimir Putin.






Lo primero que llama la atención al embarcarse en esta lectura es la profundidad y concisión de las referencias que aparecen en la misma. Todo lo que se afirma en el libro aparece referenciado con sumo detalle, y abundan las descripciones de los personajes que intervinieron en esta historia de un modo u otro, que a menudo aparecen retratados de manera directa y poco dada a los eufemismos. Haslam juzga a estas personas principalmente por su nivel de entrega y competencia, y en pocas ocasiones pone de relieve la lealtad como una cualidad destacable. En una de esas veces, el autor habla de un espía ruso que, una vez detenido y ejecutado, “se mantuvo firme hasta el final” en palabras de su torturador, pero momentos como estos no abundan. El texto destila un ligero cinismo, rasgo que muchos de estos espías también presentan, y que en ciertas ocasiones les fue imprescindible para reconocer los defectos del sistema de espionaje soviético y les empujó a desertar antes de que este se volviera contra ellos, y no siempre por motivos fundados, especialmente durante las purgas de Stalin.



Laberíntica no, LO SIGUIENTE.




Después de navegar por las casi cuatrocientas páginas de este libro, uno cree entender que las tres patas principales en las que se puede sustentar una organización de espionaje son las escuchas, el espionaje humano y la criptografía. Parece que, en gran parte por culpa de Stalin, la codificación fue relegada a un segundo plano, dado que muchas de las disciplinas científicas que podrían haberla impulsado, como la cibernética, la lingüística o la estadística, no recibieron la atención que requerían, en ocasiones por ser tildadas de “desviaciones burguesas”, con funestas consecuencias para los especialistas que las desarrollaban.





A pesar de lo anterior, el autor se mantiene razonablemente imparcial, y no duda en señalar los aciertos soviéticos cuando estos aparecen, y no en pocas ocasiones. Los famosos “cinco de Cambridge” o el formidable sistema Trotov para detectar a agentes de la CIA son sólo algunos de ellos. La captación de espías y confidentes en puestos clave fue siempre lo que reportó los mayores éxitos para el KGB y su homólogo militar, la GRU.





El principal defecto que presenta esa obra es su estilo. No es que sea demasiado recargado, pero dada la materia que trata, enrevesada de por sí, una mayor claridad de exposición hubiera podido impedir que el interés del lector decaiga en determinados pasajes dada la dificultad de seguir el hilo y determinar a quién sirve realmente cada cual. Además, Haslam parece dar por sentado que el lector ya está al tanto de muchos de los episodios que relata, y se sumerge sin dudar en los temas más desconocidos por el público aficionado en estas historias y sus complejas interacciones, mientras que los jugosos episodios del caso Profumo, Aldrich Ames o Alexander Orlov son tratados a vuelapluma al entender el autor que el lector los conoce de sobra.





Para terminar, estamos ante un libro que se puede hacer largo si el lector no es un experto en el tema del espionaje, pero aún así, no faltan pasajes interesantes que aportan nueva luz a una historia que, por muy trillada que pueda estar por innumerables libros y películas, sigue resultando fascinante para quien desee profundizar en sus intrincados recovecos.

Johnny Palillo

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